“Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Mateo 7:12 (NVI). “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”. Amós 3: 3 (RVR1960). 

Hay personas que siembran, cuidan, riegan e influencian nuestras vidas; cada una de ellas nos marcan. Terminar a tiempo una relación interpersonal -noviazgo, amistad, relaciones laborales y otras-, podría llegar a ser confuso en el inicio del proceso de la determinación pero luego traer paz, quietud y reposo al corazón, mente y cuerpo. Por supuesto que no nos referimos aquí a una ruptura matronial, la cual está sellada mediante un pacto, y es Cristo quien une al hombre y a la mujer en santo matrimonio. Nos referimos, en cambio, a otras tantas relaciones interpersonales de las cuales formamos parte, como seres sociales que somos, necesitados de vínculos y afectos.

En una relación deben existir dos personas que se pongan de acuerdo, aprendiendo uno del otro y fomentando una actitud genuina para llegar a un vínculo en el que la interacción los vaya potencializando en el proceso de vivir una vida plena, segura, respetuosa, próspera, gozosa, con principios y valores, en donde el Ser y el Hacer desarrollen el crecimiento mutuo y armónico.

Sin embargo, muchas personas encaran una relación creyendo que el ser humano que tienen a su lado en la instancia de noviazgo, o en otra relación vincular cercana, lo salvará de todas sus angustias, resolverá sus problemas, le dará la felicidad que busca. Esto es tóxico, ya que  olvidan su esencia o identidad, dejando de lado sus afinidades y descubriendo que las prioridades de ambos difieren.

Es por ello que se debe evaluar la relación interpersonal periódicamente, con objetividad (sabiduría); identificar las causas y acuerdos que los acercan. Se deben reconocer su proyección, objetivos propios y comunes, metas alcanzadas en conjunto, y situación emocional socio-afectiva. Si no se logran ver con claridad las circunstancias, a pesar de que se ponga a la persona al tanto del distanciamiento planteado y ésta desee obtener una respuesta a los porqués, la  persona puede pedir opinión y consejo a líderes, pastores, consejeros o terapeutas, (Proverbios 11:14). De lo contrario, las circunstancias se irán deteriorando, creando momentos incómodos e incluso acciones que a largo plazo irán causando frustraciones, angustias, estrés, desilusiones, maltratos verbales, emocionales o físicos, inseguridades, celos, manipulaciones, baja autoestima, temor, idealismos, dolor, rechazo y aislamiento, entre otras.

Al tener en claro el panorama de la relación, esto permite observar, redireccionar, encaminar y determinar si el Ser y las Acciones en conjunto les llevan a tomar una decisión que podría ser, por ejemplo, la finalización de un noviazgo, o el distanciamiento en una “amistad tóxica”. Aquí se verá si es sano continuar con este vínculo, o si llegó el momento de buscar una intervención, o bien cerrar un ciclo en la vida de ambos debido al  desenfoque de los valores sanos que los acercó en un principio.

Para que el término de la relación sea menos dolorosa o traumática, es importante que ésta idealmente se tome de común acuerdo y entendiendo que existe un valor mutuo; comprendiendo que Jesucristo les otorga libertad emocional y espiritual, y que es el Espíritu Santo quien nos enseña a discernir dentro de los procesos, a fin de sanar la relación o apartarse de la misma, pero con respeto.

Debemos en estas casos enfatizar siempre el perdón como herramienta de sanidad, de reconstrucción de la persona, basado éste en los principios bíblicos.   

Darse un espacio social, sin presiones, evitando toda manipulación psicológica, financiera o tecnológica, para ir sanando las heridas. Se necesita hablar con la verdad, evitando comentarios sarcásticos o hirientes.

Respetar las diferencias y confidencias, enfocándose en nuevos aprendizajes.

Dios nos instruyó a amarnos, en 1 Juan 4:7. Nos pide que nos soportemos y perdonemos unos a otros (Colosenses 3:13). También nos habla de discernir, por medio del Espíritu Santo, los tiempos y a las personas que nos rodean (2 Timoteo 3:1- 17), y nos insta a tratarnos como quisiéramos ser tratados (Mateo 7:12).

 

Por la Dra. Ailse Aquino de Veiga| Esp. Neuropsicología General

Gentileza Revista Somos Uno